MONTE LUNA
Esta es la catarsis de un sueño perdido, en donde quiero decir que, si bien hubo responsabilidad en mi por falta de conocimiento y planeación, también hubo gente hijueputa que se pasó por mi camino.
En el 2015 me fui embarazada y con mi familia a Choachí, en ese momento no era el pueblo turístico que es hoy día, pero yo le veía mucho potencial; no tengo mal ojo, 8 años después es un pueblo bastante turístico, pero a la vez aturdidor por lo mismo, un pueblo que muere entre semana y sufre de ansiedad sábado, domingo y festivo.
Llegamos a Choachí para antes de semana santa y empezamos la búsqueda de un local para montar un restaurante bar, un restaurante que hacia gala de las arepas venezolanas que por herencia cultural del lugar donde nació mi hermana y donde yo pase gran parte de mi adolescencia, era algo que queríamos traer para recordar ese pedazo de nuestras vidas.
Recuerdo que cuando nos acercamos a la única inmobiliaria del pueblo, lo primero que nos dijeron fue: “Pero no vayan a vender Hamburguesas y eso, porque eso ya lo hace el mono”, ese debió ser el primer indició de que no era un lugar para invertir nuestro capital, pero yo como soy terca no preste atención a este hecho.
Logramos conseguir este local, que era bastante feo, caro y grande e intentamos adecuarlo lo mejor que pudimos, no como queríamos sino como pudimos, otro error. Finalmente, en el pueblo para ese momento no había gran oferta.
Nos ubicamos frente a uno de los restaurantes mas famosos del pueblo y en la misma calle de la Pizzería de moda, no nos pareció que fuera algo malo, por el contrario, respetábamos lo que ellos vendían y el nuestro era otro nicho, pensábamos que podíamos consolidarnos y unir fuerzas, que ridícula idea la mía.
Tiempo después nos enteramos que esta gente decía que nosotros vendíamos drogas en el local y por eso las familias no asistían y no dejaban que sus hijos fueran a jugar Hockey de aire, pool, uno y otros juegos que ofrecíamos para que el ambiente fuera familiar.
Una noche fueron al local a tomar de los cocteles que hacíamos y no dieron su “aprobación”, nunca fueron amables, por el contrario, bastante hipócritas, si nosotros ofrecíamos tarde de cine ellos hacían algo parecido, si poníamos un tablero pasacalle ellos igual, si abríamos mas temprano ellos también, en fin, se volvió en una competencia ridícula y bastante desgastante, en la mentalidad de un pueblo nosotros éramos los intrusos y ellos el hijo de alguien de apellido del pueblo y su amigo.
Poco a poco el negocio fue muriendo y mis sueños y capital también. A mediados del 2015 cerramos y vendimos todo lo que había en el negocio, solo conservo una nevera blanca, de esas donde se meten las cervezas, un comedor de rimax y una rabia y odio ni el hijueputa, como no quiero cargar más eso último, escribo esta catarsis para que esa rabia, odio y amargura se queden en este 2023, ya son 8 años cargándola, ya no la quiero más.
Necesito sacarme esta piedra que he tenido por 8 años con esta gente y poner en palabras para el que me quiera leer o simplemente para soltarlo en el espacio virtual y que se quede ahí y ya no más en mi corazón.
La última perla que creo es la que más piedra me da, es que después del cierre uno de ellos nos pidió prestado el Video Beam para una de sus fiestas, hicimos un truque y a pesar de haber sido tan hijueputas, yo le presté el video beam toda una noche, el trueque era una pizza grande con gaseosa, al otro día fui por mi vídeo beam y por la pizza. Me salieron con una pizza pequeña y sin gaseosa. Lo que me da puteria no es el valor de la pizza, sino que esta situación me hizo sentir como si mis cosas no valieran, imagínense la plata que le ahorre a ese gusano cuando la hora de vídeo beam esta en 30 mil pesos hoy día y lo cogió por toda una noche.
De esta experiencia salí detestando a Choachí y a los comerciantes, eso ya lo supere hace algunos años, pero esta piedra con estos dos personajes hasta hoy la puedo terminar de procesar.